AGITADORAS

PORTADA

AGITANDO

CONTACTO

NOSOTROS

     

ISSN 1989-4163

NUMERO 11 - MARZO 2010

 

Sefarad, Sin Número

Luís Arturo Hernández

 
   Tras comprometerse en 1492 el Ayuntamiento de la ciudad de Vitoria a custodiar el cementerio de la aljama israelita situado en el barrio de Judizmendi, se traspasó en el año1959 dicha custodia al consistorio de Bayona. En 2004, la escultora israelí Jaël Artsi levantó en el mismo solar la obra titulada “Convivencia”, compuesta por dos bloques de 3000 kilos de mármol de Hebrón y un yunque, circunvalado todo por un anillo de metal.

   “Y él será el juez de todas las gentes, y el árbitro de numerosos pueblos, los cuales de sus espadas forjarán  rejas de arado y hoces de sus lanzas: no desenvainará la espada un pueblo contra otro, ni se adiestrarán más en el arte de la guerra.”
                                                                                                   Isaías 2, 4   

   Nos hemos acercado –y no es mayestático, ni de modestia el plural, sino plural plural, pues somos varios versículos sueltos del éxodo de un fin de raza-, al mediodía hastiado del estío, bajo la luz cenital del flexo solar, a la “Convivencia” del Parque de Judimendi.

   Y ha imaginado uno que El Libro abierto nos invitaba -como en una nueva campaña de animación a la lectura-, con sus mastodónticas manos de cuatro dedos, a internarnos entre sus tapas y hojas marmóreas en los arcanos de la escritura, por entre las páginas alabeadas de un codiciado códice como entre pálidas lápidas apiladas de un cementerio judío, encajonado para la mudanza hacia un consistorio de promisión más hospitalario.

   Y es que esas losas de añejos petroglifos, con sus caracteres de almagre sangrientos –inscritos a sangre- que imprimen carácter, tienen algo de magno cantoral deslomado -y sin canto, ni Cántico, ni Cantar de los cantares-, de volumen abierto en canal dispuesto a estampar al lector preso –prensado, impreso-, disecada flor de sangría, un emparedado lepisma –gusanillo de gigante mariposa fósil, Ícaro caído con grandes alas de canteras-.

   De hecho, ese lector prisionero del scriptorium, beato bibliotecario iluminado por el relámpago –torreón herido por el rayo- iconográfico de la sinapsis –acaso el sinapismo de la imaginería torrencial-, ante la inscripción de Isaías 2, 4 en pro de la Paz y contra el terrorismo en las tres lenguas del Libro –hebraico híbrido trilingüismo de Hebrón: buen rollito –ladino- de la Torá  en la sinagoga, el Antiguo Testamento de una ermita –latina- e Itun Zaharra en el abecedario natural del cromlech-, se ve miniaturizado Sansón a las puertas del Templo; templario ante la tronera de su fortín y templete –concedamos, pese a la Cava, que también alquibla blanca de mezquita hacia la piedra negra de la Kaaba- o ciudadano vasco de a pie la megalítica ventanilla del Gobierno Vasco-Eusko Jaurlaritza.

   Y frente al pasaje abierto entre sendos lomos del libraco como el surco que uniera los dos hemisferios cerebrales de Yavhé –que todo lo ve-, trocha tallada en el mapamundi para el Viaje al reino del espacio infinito en cuyo horizonte se alza un árbol -¿el de la Vida?; el árbol -¿de la Ciencia?; ese árbol -¿del Ayuntamiento?-, el yunque de la forja  del metal se antoja pebetero conceptual en aras del fuego sagrado del Hombre primitivo.

   Porque el frío en el rostro de principios de agosto presagia que, trocado ya el cenit en nadir, ha de llegar el solsticio de invierno y entonces soplará cellisca en el ventisquero, lloverá el pedrisco contra el farallón de piedra y caerá la nieve sobre el abrigo rupestre haciendo de ambos monolitos la puerta de los Hielos y del desfiladero, el corredor que une sendos iceberg –como bajo una aurora boreal en la otrora Groenlandia del parque-, enseñoreándose el Aleph iluminiado en el pergamino en blanco –en un desierto del que mana maná, en la sabana desolada bajo pies elefantiásicos-, polvorientas de nieve las hojas, rezumando incandescencia a punto de nieve el yunque, y mermándose –cándido rescoldo- como cera de candela en su regreso al origen su rusiente candor confundido.

   Y es que cuando se fundan las nieves por el avance de un desierto de sal y el paso de servidumbre del monoteísmo quede des/alado, el grupo escultórico volverá a antojársele al futbolero del barrio otra portería más asomada al estanque verde de hierbín del campo cuadrangular del torneo -¿no habíamos dicho ya Greenland?- y el yunque, se tornará un puff para peregrinos sin techo que hacen plof  o judíos errantes –el botellín del holandés errante que hace pub; o el bluff de sefarados de Sefarad haciendo cábalas al/hebraicas sobre su origen-, en el albergue de “Convivencia”-¿bajo el lema “que tu yo sea su/yo”?-.

    Aunque lo peor está por llegar pues, en otro bucle del eterno retorno a la Prehistoria, en breve se plantará ahí la juvenil tribu nómada de analfabetos funcionales –ciborgs de nanotecnología frente a la monumental letra impresa-, haciendo del pasadizo bibliófilo un rocódromo, con botellón y picadero adosado y letrina –garabateada por graffiteros-, en ese círculo vicioso de la Historia encerrada en el anillo envolvente de la escultura.

 

 
 

Sefarad

Fotografía: Javier Hernández Landazábal

Clickar en la imagen para verla a tamaño completo

@ Agitadoras.com 2010